Entrevista
Neus Penalba: «El sadismo y la inocencia, la ternura y la barbarie están en toda la Rodoreda»
La ganadora del Premio Octubre Joan Fuster d'Assaig presentará el libro el viernes en La Capona de Tarragona
En Fam als ulls, ciment a la boc, haces un estudio de La mort i la primavera de Mercè Rodoreda. ¿Qué sabemos de esta novela?
«Ella consideraba que tenía que ser su gran obra, y de hecho así lo anuncia a [Joan] Salas en 1961. Le dice que está escribiendo una novela que será la más importante en Europa desde hace 4.000 años. Rodoreda la imagina, la parece o la escribe cuando está corrigiendo las galeradas de La plaça del Diamant. Sin embargo, existe la idea de que es su última obra. Yo reivindico que es una novela central en su imaginación como creadora, aunque no la publicara en vida ni diera el visto bueno».
¿Por qué no la publicó, si Rodoreda muere en 1983?
«Porque para ella no estaba acabada. Yo creo que es una obra inacabada, pero no incompleta, porque se puede leer con un principio y un final, sobre todo gracias a la edición de Núria Folch, que es la que después revisarán Arnau Pons y Maria Bohigas. Pienso que la tenía acabada, porque en el año 1982, unos meses antes de morir, lo anuncia en las entrevistas como una novela nueva, aunque hace muchos años que existe. Sabemos que de 1961 a 1963 trabaja intensamente. En el 61 hace la primera versión y, hasta el 63, la va revisando. No sabemos si al final de su vida la reprende o no, pero que tenía intención de publicarla, eso es seguro».
¿Qué impacto te causó, su primera lectura?
«La descubrí en el 2011, fruto del azar, de un instante, en una biblioteca. Había acabado mis estudios de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y tenía ganas de leer obra de Rodoreda. La había descubierto en secundaria, con Mirall trencat, como nos pasa a todos los catalanes desde hace veinte o treinta años. Después, ya leí La plaça del Diamant, El carrer de les Camèlies y los cuentos y, por lo tanto, ya tenía el bagaje teórico y comparatístico. En el 2011 no había oído hablar, de La mort i la primavera, porque aunque se había publicado en 1986, en el imaginario del lector catalán esta novela no existía. La leí y me impactó mucho, me causó un impacto emocional muy fuerte, casi de ahogo, como un ataque de angustia. Y enseguida me surgieron una serie de preguntas. La primera, ¿qué quieren decir todos estos rituales? La segunda, ¿esto lo ha escrito la Rodoreda? Y la tercera: ¿Qué tipo de pregunta idiota es esta y por qué me la estoy haciendo? ¿Quién me ha dicho que era Rodoreda, para que ahora esta novela me sorprenda tanto y me haga pensar que es tan diferente del resto de su producción»?.
¿A qué conclusiones llegas, con tu estudio?
«He querido aproximarme a la novela desde diferentes perspectivas, porque si intentas cerrar una obra en una única significación, la matas y no la estás entendiendo. Con La mort i la primavera eso es imposible, porque hay mucha ambigüedad y porque nos falta el final. Así y todo, llego a una conclusión, y es que a Rodoreda no la podemos entender desde la historia de la literatura catalana, porque ella está dialogando con la literatura universal y con un momento cultural europeo que es esta fascinación por los pueblos primitivos. Después, también llego a la conclusión de que en esta novela también hay un cielo, una metafísica. La clave para entender que no todo está muerto y desesperación, que sí que hay un momento de primavera, es la hija del protagonista que vuelve, es esta risa pequeña de una alma, aunque queda muy soterrado por la crueldad y la barbarie. En el libro reproduzco un manuscrito que encontré en la Fundación Rodoreda, que es un fragmento de las Upanixad, aunque no las cita. Trata del destino del alma cuando se desprende del cuerpo, y cómo vuelve a encarnarse. Se inspira en eso, y lo vemos en el cuento que el chico del herrero explica a la hija del protagonista, sobre el destino del alma. Sea como sea, gracias a la reedición del 2017 tenemos una imagen más completa de cómo era esta señora, aunque todavía nos falta un poco. Se ha insistido demasiado en la Rodoreda gore, la otra Rodoreda. La otra, ¿con respecto a qué? ¿Estamos avalando que La plaça del Diamant es cursi? No, porque el sadismo y la inocencia, la ternura y la barbarie, están en toda la Rodoreda».