investigadora del IPHES y especialista en Conservación y restauración
Entrevista
Lucía López-Polín: «En mi mesa tenía bolsitas llenas de restos con sedimento, fue como montar un puzzle»
La investigadora del IPHES y especialista en Conservación y restauración ha trabajado en la reconstrucción de una mujer neandertal que se mostrará en un documental de Netflix
¿En qué ha consistido tu trabajo?
Trabajé en la reconstrucción de los restos de un esqueleto de neandertal que se encontraron en la cueva Shanidar, en el territorio que actualmente ocupa el Kurdistán iraquí.
¿Qué se encontró, en aquel lugar?
Medio esqueleto, de cintura en arriba: el cráneo, la caja torácica y los brazos de un individuo. En este mismo yacimiento ya se habían hecho otros hallazgos, en realidad hay diez individuos más localizados.
Lo que es excepcional, sin embargo, es que se había excavado a la década de los 50 y no se había vuelto a trabajar hasta el 2015. Se sabía que allí había restos de neandertales, pero ahora se ha podido trabajar de otra manera, porque disponemos de otros medios y técnicas para hacerlo.
¿En qué estado estaba, el material localizado?
El cráneo estaba completamente aplastado, como rotura y distorsionado por el peso del mismo sedimento. El resto estaba un poco mejor, pero eso no quiere decir que se pudiera coger con las manos y ya está. El material era muy frágil y se deshacía muy fácilmente.
Los fósiles se extrajeron en dos campañas, los años 2018 y 2019. El proceso de excavación es muy lento, y fue la doctora Emma Pomeroy quien extrajo los restos con mucho cuidado. El cráneo, por ejemplo, me llegó en doce paquetitos pequeños, y recomponerlo fue como montar un rompecabezas. De hecho, al final del trabajo la doctora Pomeroy me regaló un rompecabezas con una foto de la neandertal.
¿Cómo fue que te sumaras a este proyecto?
Vi un anuncio en que pedían a un restaurador conservador para tratar estos restos. Al leerlo, pensé Qué suerte que tendrá, la persona que lo haga. Si yo pudiera, iría.?
Y entonces me dije: ¿Y por qué no? En mi trabajo, este tipo de trabajos son excepcionales, y un trabajo como este era un sueño. Finalmente, me pedí una excedencia del IPHES y me fui a Cambridge con un contrato posdoctoral.
¿Una vez te llega todo el material, nos tenemos que imaginar tu mesa de trabajo llena de bolsas con fragmentos diminutos?
Sí, tenía un montón de paquetitos, envueltos con papel de aluminio, que contenían los huesos con el sedimento. Es decir, toda la tierra. Antes de abrirlos, a la doctora Pomeroy hicieron una tomografía, que permite hacer la reconstrucción en 3D. Eso te da una primera pista de lo que puedes encontrar dentro de las bolsas.
¿Cuál es el paso siguiente?
Pues ir abriendo cada paquete muy poco a poco, y empezar el trabajo más manual, de restauración. Es un trabajo casi artesanal, pero que también tiene mucho que ver con la experiencia y los conocimientos que puedas tener. A veces, ni siquiera se ve la diferencia entre la tierra y los huesos, porque están muy fragmentados. Además, son muy frágiles, así que hay que hacer una especie de microexcavación, con herramientas muy pequeñas, como pinceles, bastoncillos de madera o bisturíes. Con buena luz y una lupa, lo vas recuperando y desmontando. Piensa que tenía centenares de fragmentos muy pequeños. Pasé más de un año haciendo este trabajo.
Y cuando tienes los fragmentos, empieza la reconstrucción.
Sí, una vez tienes las piezas, vas montando el cráneo como si fuera un rompecabezas. Pero es muy complicado, porque vas reconstruyendo sabiendo que habrá zonas vacías, y eso lo distorsiona bastante. Y, también pasa que, a veces, tenemos fragmentos, pero no se pueden enganchar. Hice la reconstrucción hasta donde pude, y después se completó con las técnicas de 3D.
¿Qué información nos aporta, un cráneo como este?
Sólo los dientes, ya son una fuente de información extraordinaria. A través del estudio de las proteínas del esmalte dental, determinamos que se trataba de una mujer. Sólo por la morfología de los huesos habría sido difícil llegar a esta conclusión, porque aunque siempre se puede hacer una estimación por las medidas de los huesos, no siempre son determinantes. En este caso no lo eran, porque tenían unas dimensiones muy regulares.
Lo que sí que sabíais, sin embargo, es que se trataba de un neanderthal.
Sí, lo vimos muy claramente. Uno de los rasgos más característicos de los neandertales son los arcos superciliares más prominentes, este tipo de protuberancia que tenían a encima de los ojos. Cuando abrí uno de los paquetes y lo vi, fue como ver la cara de un neandertal. Y la doctora Pomeroy me explicó que a ella le pasó lo mismo, cuando se lo encontró a la excavación.
Finalmente, llegó el último paso, que es el de la reconstrucción de la capa externa. ¿Cómo se hace, eso?
Esta labor la hicieron unos artistas que tienen mucha experiencia con este tipo de trabajos. Utilizan técnicas forenses, empezando por la reconstrucción anatómica, que es del todo rigurosa y fiable. Eso quiere decir que, por ejemplo, pueden calcular la tamaño del hombro que va en una zona. Finalmente, está la parte más artística, que pasa por escoger un tono de piel, un color para los ojos o una expresión facial. En este caso, se optó por una expresión amistosa, hecho que tiene mucho que ver con esta nueva visión que tenemos en la actualidad de estos individuos.
¿A ti personalmente qué sensación te produce, ver este cráneo reconstruido?
La de ser consciente de que, realmente, estás ante un individuo. Eso es una cosa que, cuando trabajas con los huesos, a menudo pierdes de vista. Mi trabajo avanza muy poco a poco, y me paso muchas horas enemistándome con fragmentos que no enganchan. Después, también pienso que, con los años, las interpretaciones que se puedan hacer de todo este material quizás van cambiando, pero los fósiles son los que son. Dentro de cien años, otros investigadores quizás volverán a estos mismos fósiles que yo he tenido en las manos.