Diari Més

Muestra de Teatro Joven

Cuando el odio se inflama

Les del Pons, la nueva compañía del Instituto Pons d'Icart, llevó a la Muestra un texto que explora las relaciones sociales entre adolescentes

L’internat de l’obra, dirigida per Mar López Gavaldà, duia el nom de Benet i Jornet, de ressonàncies teatrals.

El internado de la obra, dirigida por Mar López Gavaldà, llevaba el nombre de Benet i Jornet, de resonancias teatrales.Carles Uriarte

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En uno de sus aforismos más citados, el escritor Joan Fuster constata: «Me odian, y eso no tiene importancia; pero me obligan a odiarlos, y eso sí que la tiene». En el escenario del Teatro Tarragona, el típico adolescente impertinente que se ha enfadado con el mundo y que se ha propuesto amargar la existencia de los otros no para de ganarse enemistades. Sus compañeras de clase, todas chicas, víctimas constantes de las burlas y el acoso de este fastidioso de manual, van incubando un odio profundo contra él que es tan comprensible como inflamable. «Si él no estuviera, viviríamos más tranquilas», llegan a concluir. Una de ellas parece que se profese fusteriana cuando dice: «Me odia tanto que lo odio».

Les del Pons, compañía formada por alumnos de la asignatura de Artes Escénicas del Instituto Pons d'Icart, se estrenó el miércoles pasado en la Muestra de Teatro Joven de Tarragona con Punt i Final, una obra de creación propia que recoge las inquietudes de un grupo de adolescentes que están internados en un tipo de high school con uniforme y escudo propios. La escenografía, de corte realista, parte en dos el escenario y nos sitúa a ratos en un aula convencional del centro y en otros en las habitaciones de los estudiantes. Así, a lo largo de la función el ámbito común, desde donde interactúan en grupo y se manifiestan los roles de poder, se concatena con el ámbito privado, donde los alumnos revelan —ya esté en forma de diálogos en pequeño comité como, sobre todo, de monólogos breves— partes nucleares de su biografía. Con una luz cenital que focaliza la atención, los personajes van descargando, ante el espectador, sus miedos y frustraciones.

El malestar generalizado se vuelve polvorín cuando a una de las chicas le asalta la ocurrencia de deshacerse del compañero problemático. ¿Si a todas les molesta, por qué no matarlo? No hay que decir que se trata del momento para invocar la revancha femenina al más puro estilo de Carrie (1976), de Brian de Palma, o de Thelma y Louise (1991), de Ridley Scott. Al final, sin embargo, la obra opta por despertar la empatía por la falta de estima del chico y sorprende con una intervención inesperada, de una agresividad limpia, que resuelve la trama y araña unas cuantas carcajadas.

Aunque el texto —ritmo, ciertos puntos de giro— se les pueda girar a la contra, y que tengan que hacer frente a varias interferencias —ruidos en platea, público entrando y saliendo—, se sobreponen con concentración. Con los movimientos, la presencia, los gestos, la proyección de la voz, etc., demuestran que no es casualidad que sean alumnos de artes escénicas: se nota que les interesa lo que hacen.

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