Muestra de Teatro Joven
Eso es Noruega, pero podría ser la Canonja
Tornavís Teatre llevó a escena una adaptación de ‘Un enemic del poble', de Henrik Ibsen
La acción se situaba en un pueblo de Noruega y se ambientaba en el siglo XIX, pero los paralelismos con el presente del Camp de Tarragona parecía que cernieran una vez y otra sobre la representación del lunes pasado en el Teatro Tarragona. «A mí me parece que es, literalmente, la Canonja», confirmaba en el coloquio posterior el joven Miquel Salom, el director de esta adaptación libre de Un enemic del poble (1882), de Henrik Ibsen, protagonizada por Tornavís Teatre.
El argumento de La Carta —así la bautizaron ellos—, es nítidamente ibseniano: una doctora descubre que las aguas de un balneario están contaminadas y se enfrenta a los poderes locales con el fin de denunciarlo públicamente. Individuo contra sociedad, ciencia contra costumbre, transparencia contra manipulación, salud contra bolsillos... Si le añades una pugna entre hermanos —resulta que la doctora y el alcalde son familia—, la cosa se pone más que interesante. Asimismo nos lo supo vender, cuanto menos, la cartera del pueblo, el personaje inédito que Tornavís Teatre incorporó en el texto. Una cartera fisgona que rompía la cuarta pared y que acompañaba al público como narradora en el desarrollo del conflicto.
Con una estructura circular, que llevaba a descubrir al final de la obra de qué trataban las tres cartas que se mostraban al inicio —una primera de una despedida, una segunda de un desahucio y una tercera de un funeral— y con un elenco de actores —cuatro chicas y un chico— renovado que se ponían en el papel y que llenaban el escenario, la compañía sólo necesitó de cincuenta minutos para que los espectadores vivieran, o revivieran, la intensidad de la obra de Ibsen.
Prosperidad, ¿qué prosperidad? Esta pregunta latía de fondo como nexo entre la Noruega de 1882 y el Camp de Tarragona del 2024. El alcalde contraponía el envenenamiento de las aguas en el balneario como «fuente de riqueza» que traería «a muchos visitantes» en verano, como parte ineludible del «sueño noruego». Y mientras la doctora insistía en la lucha por «la verdad», una periodista impaciente y una mujer moderada de influencia nada moderada la relativizaban por pura supervivencia.
Si bien Salom tenía en mente los aires de la Canonja mientras leía Ibsen, no desentonaría tampoco un casino de «turismo familiar y de alto valor añadido», de aquellos que no encajan en las comarcas gerundenses pero, mira por dónde, sí en las tarraconenses. Sin pancartas, Tornavís Teatre, compañía siempre atraída por la dimensión política del teatro, aprovechó la fuerza de un clásico para sugerirnos con sutileza la crítica social.