Investigación
La URV y el IRTA aplican una técnica más eficiente para detectar toxinas en peces globos
Esta especie invasora, muy apreciada en la gastronomía oriental, ha colonizado el Mediterráneo y tiene un alto potencial tóxico
Un grupo de la URV y del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA) han dado un paso adelante en la detección de toxinas marinas peligrosas, especialmente en peces globos. El equipo investigador ha aplicado una nueva técnica automatizada que permite detectar componentes tóxicos de forma mucho más rápida y eficiente que con los sistemas actuales. Los resultados de su investigación se han publicado en la revista Marine Drugs.
El cambio climático y la globalización han favorecido la proliferación de microalgas tóxicas y también la llegada de especies invasoras como el pez globo. Este animal es muy apreciado en la gastronomía oriental, donde se consume como fugu. Pero su consumo se puede volver mortal. Tejidos como el hígado, las gónadas o la piel del pez globo contienen tetrodotoxina (TTX), un componente considerado muy tóxico, que está presente también en otras especies marinas y terrestres y que puede interferir en el funcionamiento de las neuronas, provocando parálisis.
Recientemente se han detectado en el Mediterráneo individuos de diferentes especies de pez globo, algunas de las cuales altamente tóxicas. Eso hace imprescindible el uso de técnicas que permitan una detección rápida de la presencia de estas toxinas en muestras procedentes del medio marino, y así, monitorar y evaluar el riesgo sobre la población.
Para hacer su investigación, el equipo investigador obtuvo muestras de peces globos capturados en el Mediterráneo, concretamente en Grecia, a los que se les aplicó una técnica denominada patch clamp automatizado (APC). Este nuevo sistema utiliza células que hacen la función de sensores para detectar la presencia de toxicidad.
«La limitación de las técnicas de análisis instrumental es que sólo detectan aquello que ya se conoce y, en muchas ocasiones, es necesario tener un patrón previo. Eso es un problema, porque a veces no conocemos todas las toxinas que hay en una muestra», explica Francesc Sureda, investigador del Departamento de Ciencias Médicas Básicas de la URV, que junto con la investigadora del IRTA Mònica Campàs, coordinadora global del proyecto CELLECTRA, ha liderado la investigación.
La metodología que ahora se ha aplicado parte de un enfoque completamente diferente: en vez de detectar la toxina según su estructura, pone el foco en observar los efectos de su toxicidad: «Extraemos una parte del pez y, aplicando esta técnica, observamos si el extracto produce una alteración de la funcionalidad de las células. Nuestro método se basa en provocar una descarga en una célula excitable, lo que abre unos canales presentes en su membrana citoplasmática. Si detectamos que hay una toxina que está bloqueando estos canales, impidiendo la descarga que provocamos, deducimos que eso puede resultar peligroso, porque podría interferir en la transmisión normal de los impulsos nerviosos, ya que las neuronas tienen los mismos canales», detalla Sureda.
Según el equipo investigador, la ventaja de esta técnica radica en el hecho de identificar la toxicidad, independientemente de la toxina o derivados que estén presentes, ya que eso permite detectar toxinas desconocidas y que el sistema sea más versátil. «No podemos identificar químicamente qué tóxico hay, pero sí sabemos que, sea lo que sea, está produciendo toxicidad. Y, una vez sabemos eso, a posteriori podemos utilizar una técnica de análisis instrumental para identificarlo», aseguran.
El patch clamp automatizado es una técnica muy sensible, que tiene un límite de detección de 0,05 mg de toxina por kilogramo, una cifra muy por debajo del límite regulador japonés, situado en 2 mg por kilogramo de tejido. En comparación con métodos tradicionales como la cromatografía líquida, este nuevo método, además de ser mucho más rápido, también permite ser operado por personal no especializado.
Especie invasora fácil de confundir
La migración de peces globos a través del canal de Suez hace que la presencia de estos organismos sea cada vez más abundante en el Mediterráneo, donde ya se consideran una especie invasora. Si bien la venta de este animal está prohibida en la Unión Europea, el riesgo de su consumo se encuentra en la pesca furtiva y deportiva.
En su medio natural, el pez globo no es fácilmente identificable. Al contrario de lo que se piensa, normalmente no está inflado y, una vez capturado, tiene un aspecto similar al de otras especies comestibles. «Por este motivo, y porque tampoco sabemos hasta qué punto esta toxina se puede transmitir a través de la cadena trófica, hay interés en hacer investigación en este ámbito», comenta Francesc Sureda, quién advierte de la necesidad de hacer concienciación sobre los peligros de consumir especies que puedan contener estas toxinas, especialmente ahora que esta especie ha colonizado el Mediterráneo.
La investigación ha sido posible gracias a la financiación del Ministerio de Ciencia y a la colaboración de Laboratorios Almirall, que ha cedido a la URV el equipo de análisis. La investigación se centrará ahora en analizar la presencia de toxicidad también en otros organismos, como el marisco.