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El agua de Sant Magí bendice Tarragona un año más

Los costaleros completaron el tradicional Camino con menos calor que otros años y llegaron a la ciudad en medio de una gran expectación

Molts tarragonins i turistes van presenciar l’entrada dels portants.Tjerk van der Meulen

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El niño miraba embelesado al gigante Negrito. «¿Dónde nos tenemos que esperar a Julieta, aquí?». Ella asentía sin reparar en su madre. Los gigantes, como Julieta, esperaban la llegada del agua de Sant Magí a la plaza de la Font. Y como muchos tarraconenses. Y turistas.

Mientras tanto, por la Rambla Nova los primeros carruajes hacían los últimos metros del tradicional Camino del agua con el sonido de las chirimillas de fondo y con el típico conjunto, el pañuelo blanco en el cuello y la ropa negra. Los más pequeños iban sentados a los carros, mientras los grandes repartían albahaca a las abuelas que se los pedían.

«¡Voilà!», hacía un costalero entregando un ramo de la hierba a una turista francesa, que reía con un ademán incrédulo. «Muchos turistas nos preguntan el motivo y se los explicamos. Tienen curiosidad», explicaba Jesús Martínez. Él ya hace cinco años que hace el camino como costalero. «El calor ha sido muy soportable y nos ha llovido un poco y todo. Ha ido todo muy bien», resumía Martínez.

«¿Puedo coger?», le preguntaba un passavolant señalando la albahaca guardada en el carro. «¡No!», exclamaba el costalero con ademán serio para, acto seguido, coger un puñado y darle a la mano con una sonrisa. «Hay un sentimiento de hermandad muy grande. La mayoría repetimos año tras año y todos nos conocemos. Es una gran experiencia», concluía Martínez.

Al llegar a la calle del Portalet, los costaleros y sus carruajes se detuvieron y las chirimillas callaron. El sonido de Magí de les Timbales marcaba el paso de los cabezudos, que entraban a plaza para la alegría de los más pequeños.

«Estoy enredado con los frenos del carro, pero ya llegamos», decía Jordi Bertran, que también hace años que hace el camino como costalero. Bertran coincide con Martínez. «Este año sólo he podido hacer el segundo día del camino. Y el calor ha sido soportable. Ha habido años mucho peores», añadía.

Olor de albahaca

La gente hacía sitio en la plaza de la Font y los costaleros entraban con el agua milagrosa al epicentro de la ciudad. La habitual imagen de los móviles en mano para grabar el momento llenaba la plaza, mientras muchos costaleros saludaban amigos y familiares. «Es un momento muy emotivo cuando ves a la familia y llegas a Tarragona», expresaba Martínez. Los niños encima de los carros tiraban albahaca en lado y lado, mientras quien cogía ramos se les acercaba a la nariz para olerlos.

«Este año he podido hacer el recorrido y he corroborado de primera mano lo que significa esta tradición. La hermandad y la vida, que no deja de ser un camino,» declaró a Rubén Viñuales, alcalde de la ciudad.

Bendición en el Portal

Hecha la media vuelta en la plaza, los costaleros y sus carruajes subieron hacia la calle Merceria, en dirección al Portal del Carro, donde el toldo en la entrada de la ermita ya se ha mojado, como marca la tradición. Como novedad, la bendición se hizo en el mismo portal y no delante del Ajuntament. Entre el batiburrillo de grajillas, tambores y bastones, los caballos con el agua milagrosa dieron los últimos pasos, dejando atrás un camino verde de albahaca.

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