Diari Més

Entrevista

Aida Bañeras: «No tener que ir a Barcelona a escuchar música es un derecho cultural»

Bañeras es la directora del Festival La Terrasseta, que arrancó ayer la 13.ª edición en Tarragona

Aida Bañeras, directora del Terrasseta, en el parque Saavedra.Gerard Martí

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¿Cómo empezó la historia del Terrasseta?

«Pues con una cosa muy pequeña. Éramos un grupo de personas que nos dedicábamos a la cultura, y que buscábamos una alternativa a las fiestas de Santa Tecla. Nos enamoramos del parque Saavedra, un espacio donde no se hacían muchas cosas, así que hicimos una apuesta por un espacio tranquilo y con música alternativa. Todo empezó como una prueba, con un punto de inconsciencia, sin pensar que duraría tanto y que se acabaría profesionalizando».

¿Cómo ha crecido, y en qué se ha acabado convirtiendo?

«Hemos hecho este camino de profesionalización que te comentaba. Fuimos conociendo el sector y nos dimos cuenta de que, en el ámbito de los festivales de música, había un techo de cristal. Nos encontramos que, en ciertos espacios de gestión o gobernanza nos ignoraban. Tampoco encontrábamos referentes, ni programaciones con una apuesta real por la perspectiva de género. Para nosotros todo esto fue un aprendizaje. También porque este es un sector muy precarizado, y con unos horarios que no tienen en cuenta el tiempo para los cuidados. Nos hemos tenido que replantear de qué manera podíamos seguir ofreciendo esta propuesta alternativa en Tarragona, a la vez que nos cuidamos y apostamos por un modelo que no encontramos en muchos sitios, con un 100% del equipo gestor y un 65-70% de la programación liderados por mujeres que se declaran feministas».

Explicas que entendéis la cultura como un acto político. ¿Por qué?

«Queremos mantener precios populares, hacerla abierta a la ciudadanía. También trabajamos para traer propuestas que no suelen llegar a Tarragona, y así evitar el éxodo en Barcelona. Pensamos que este es un derecho cultural, y lo queremos ofrecer a la ciudad. Y hacerlo con una estructura feminista y con perspectiva antirracista y de género. Todo esto lo hemos ido haciendo a base de formarnos, de conocer gente, de vincularnos a la Universidad... También hemos trabajado para que haya relevo. Cuando el festival empezó a coger un poco de nombre, nos llamaba gente de Barcelona para venir a trabajar, y nosotros decíamos ¿Cómo es que no hay gente de aquí, que, además, seguramente se va a trabajar a Barcelona? Queríamos revertir esta lógica. También hemos ido encontrando perfiles profesionales que nos han permitido crear esta estructura más contundente».

Sois un festival plenamente consolidado, que tiene el apoyo incondicional del público.

«La complicidad del público es el motor para seguir. Muchas veces nos planteamos si vale la pena y si todavía es necesario, y vemos que sí. La apuesta está consolidada, tanto por el nombre que ha cogido el festival como por la gente que viene, que es tanto de la ciudad como de fuera, pero también es verdad que en los últimos años hemos ido encontrando más dificultades, por el aumento del concepto de festival y por la homogeneización: ha pasado a ser casi un negocio, y parece que sólo los macrofestivales pueden sostenerse. Nosotros queremos huir de estas lógicas más mercantiles y seguir siendo un festival pequeño, con identidad propia, en un espacio muy cuidado y donde la gente se encuentre a gusto».

La oferta de música en femenino ahora es de una riqueza extraordinaria, con respecto a hace unos años.

«Hace trece años ya había, pero ahora es más accesible, antes se tenía que buscar un poco más. Pero a nosotros buscar ya nos gusta. Queremos propuestas que no se encuentran en las fiestas mayores o en los festivales. El hecho de que sean más accesibles y lleguen a espacios con más difusión nos facilita el trabajo. O, cuanto menos, nos la corrobora».

Háblame de apuestas del Terrasseta que os hacen estar especialmente orgullosas.

«Por ejemplo, Queralt Lahoz, que vino en el 2020 y este año repite. En cuatro años ha evolucionado muchísimo, aunque cuando vino la primera vez ya vimos que era un diamante en bruto, recuerdo que mucha gente quedó sorprendida y deslumbrada. También por su humanidad, tiene unos valores muy parecidos a los nuestros. O Lisasinson, que vino un año y al siguiente ya actuaba en el Vida. Son festivales con los que no nos podemos comparar, pero es bonito comprobar que, a veces, sí que hacemos un poco de descubrimiento».

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