Santa Tecla
Chartreuse, las botellas más exclusivas de Santa Tecla
Jordi Rovira conserva decenas de botellas de la fábrica de Chartreuse en la ciudad
Verde o amarillo. Mezclados con granizado de limón, solos o con hielo. El Chartreuse será uno de los grandes protagonistas de este fin de semana de Santa Tecla en Tarragona. Centenares de ‘mamadetes’ se servirán con botellas provenientes de Francia. Pero en Tarragona, Jordi Rovira de Cal Joanet preserva decenas de las últimas botellas que se hicieron en la antigua fábrica de Chartreuse de la ciudad, que estuvo operativa desde 1903 a 1989.
«Cuando cerró la factoría, desde la brigada del Ayuntamiento me contactaron para ver si quería recoger algunas de las botellas que se dejaron. No sabían qué hacer y mucha gente fue a replegar cosas cuando se desmanteló el recinto», explica Rovira. En sus cajas originales, el coleccionista guarda las botellas con las etiquetas de la época, aunque están vacías. Estaban por llenar con el licor. No quería que se tiraran a la basura», comenta.
«Me sorprende que desde la misma empresa nunca me hayan contactado. Seguramente tenga una de las colecciones mejor conservadas y amplias en Tarragona», expresa Rovira. Sin embargo, hace años sí que se hizo una exposición en el Refugi del Port de Tarragona con las botellas, que fue un éxito de participación. «Pasaron 30.000 personas. Pero un día me di cuenta de que me robaban los tapones de las botellas», recuerda Rovira.
En Francia y en Suiza, por las botellas de la época, llenas, se paga mucho dinero, y las que van a subasta acostumbran a multiplicar el precio de salida. Las botellas están muy buscadas, en Tarragona también hay coleccionistas, y todavía se encuentran cuando se vacían pisos viejos. Hay botellas que se pagan a más de 2.000 euros, por internet. Rovira, sin embargo, nunca ha buscado un provecho.
Garrote de madera original
El Chartreuse es un licor de alcohol de vino destilado y aromatizado con 130 hierbas. Rovira pudo conseguir también el garrote original de madera que se utilizaba en la fábrica de Tarragona para picar las hierbas. «Un trabajador de entonces en la fábrica me dijo para qué servía y no dudé en cogerlo», rememora Rovira.
El coleccionista también conserva un gran abanico de herramientas vinícolas y cuida su museo particular con la ayuda de sus hijos. «Me falta el soporte, que debió ser de piedra», dice Rovira. Además, tiene una gran colección de carruajes de todo tipo. «Todo esto es cultura popular, pero no se cree. Me gustaría poder abrir la colección y que ciertos grupos pudieran hacer visitas, pero me falta apoyo», dice Rovira.