Sociedad
Mercadona y los comedores sociales luchan juntos contra el despilfarro alimentario en Tarragona
Comedores sociales como el de Joventut i Vida no sólo son clave en la ayuda a los más vulnerables, sino que tienen un papel importantísimo a la hora de reducir el despilfarro alimentario en los supermercados
Cada año, cada uno de nosotros malbarata, de media, 35 kilos de alimentos, que engrasa más y más la basura. La Agència de Residus de Catalunya cifra en 262.000 toneladas el despilfarro alimentario que hogares, comercios y restauración generan anualmente. En la Unión Europea, cada año se descartan 88 millones de toneladas de alimentos, con un coste de 143 billones de euros. Esta cantidad equivale al 20% de la producción alimentaria total. Y, si ampliamos la mirada al conjunto del planeta, la FAO calcula que un tercio de los alimentos producidos anualmente en el mundo se tiran.
Esta es una de las muchas contradicciones que tiene nuestro estilo de vida, donde hay gente que pasa hambre mientras de otra tira comida en buen estado. La situación es tan preocupante que incluso se ha dedicado un Día Mundial contra el Despilfarro Alimentario, que se celebró el pasado domingo. ¿Ahora bien, qué podemos hacer para revertirlo?
Evitar el despilfarro en los hogares es relativamente sencillo. La clave pasa, en primer lugar, por hacer una compra razonada y planificada, para evitar comprar productos en exceso que no podamos consumir, y, en segundo lugar, por revisar la nevera y controlar las fechas de caducidad de los productos. Pero, cuando se trata de los supermercados, a causa del volumen y de las normativas de seguridad alimentaria, la cosa se complica. Con todo, se han encontrado fórmulas que no sólo permiten reducir el despilfarro alimentario sino que suponen un impacto positivo en la sociedad, especialmente a los colectivos más vulnerables. La clave de todo la tienen los comedores sociales.
Alimentar a 500 personas al día
«Cada día, entre el comedor social que tenemos en Bonavista, que da servicio en casi todos los barrios de Ponent, y los servicios de acompañamiento a las personas mayores para evitar la soledad no deseada, damos de comer a unas 500 personas», explica la responsable de la Associació Joventut i Vida, Raquel Quílez. «Si tuviéramos que comprar toda la comida que necesitamos para asistir a familias, personas sin techo y personas mayores, ya haría muchos años que habríamos tenido que cerrar», constata Quílez. De hecho, si este comedor social, al igual que de otros que hay en la ciudad y en el conjunto del territorio, puede sacar adelante su loable tarea es gracias a las donaciones de los supermercados.
Campañas como la Gran Recapte del Banco de Alimentos suponen un input para conseguir productos no perecederos y poder hacer despensa, comenta la responsable, pero no son suficientes para hacer correctamente su tarea. Y es que, si no recibieran de manera regular entregas de producto fresco de los supermercados, sería imposible dar de comer a todas aquellas personas que se acercan al comedor de la calle Vint-i-quatre de Bonavista.
Las dos caras de la moneda
Conscientes de la necesidad de obtener producto fresco y, a la vez, claramente concienciados de que los supermercados tienen que retirar diariamente muchos productos en buen estado por motivos diversos como proximidad a la fecha de caducidad, cambio de imagen del envase, rotura de los packs, etc.,
Joventut i Vida hace años que decidió pasar a la acción y dar respuesta a dos problemas aparentemente no relacionados, como son la pobreza y el despilfarro alimentario, pero que a la práctica son dos caras de la misma moneda.
La asociación trabaja con varios establecimientos, a quien les recoge alimentos frescos como carne y embutido, fruta, verdura, pescado fresco envasado, lácticos, pan y bollería, principalmente. Además, si hay productos de alimentación de larga duración, productos para bebés o artículos de limpieza e higiene que se tienen que retirar de las estanterías del supermercado, pero que son aptas para su uso, también los recoge para poder entregarlos a los usuarios de su servicio.
Pioneros en el Estado
Uno de los establecimientos con quien Joventut i Vida colabora más estrechamente es Mercadona. De hecho, la colaboración entre la asociación y esta firma de supermercados se remonta 12 años atrás. Los voluntarios de Joventut i Vida presentaron una propuesta sobre cómo se tendría que articular esta colaboración. El resultado de la prueba piloto que se hizo en aquel momento fue tan satisfactorio para ambas partes que Mercadona decidió replicar el programa en todos sus establecimientos de España y Portugal.
Los rasgos diferenciales que hicieron de la colaboración entre Joventut i Vida y Mercadona un ejemplo que se ha exportado al resto de establecimientos son la logística y la regularidad. Voluntarios de la asociación van tres días a la semana (lunes, miércoles y viernes) a los establecimientos que tienen asignados a recoger los alimentos que previamente les han preparado a los trabajadores de la tienda. Estos, la noche anterior, dan un repaso de todos los productos frescos que, a pesar de estar en perfecto estado, se tienen que retirar de la venta para evitar que los cliente se lleven productos con muy pocos días de vida. Todos estos productos se preparan en cajas, similares a las que se utilizan en las entregas de las compras online y al día siguiente por la mañana a primera hora, voluntarios del comedor social recogen con las furgonetas las cajas que les han preparado y las llevan hacia el comedor social para cocinarlos, asegurando en todo momento que no se rompe la cadena del frío.
Las cifras que tiene actualmente esta iniciativa hablan por sí solas. Sólo en los seis primeros meses de este año, Mercadona dio 12.600 toneladas de alimentos, cosa que equivaldría a 210.000 carros de la compra, a las 785 entidades sociales con quienes colabora. En Cataluña, han sido 1.642 toneladas de productos a 180 organizaciones, que han ayudado a cerrar el círculo.