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Tarragona dice adiós a su último videoclub después de 35 años de historia

El Videoclub Imperial bajará la persiana este diciembre

María Pilar Cerón, propietaria del Videoclub Imperial, que actualmente se encuentra en liquidación en preparación para su cierre definitivo.Gerard Martí

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Tarragona

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Si bien la nostalgia es un sentimiento poderoso, desgraciadamente no es lo bastante fuerte para sostener un negocio. Y es que después de casi 35 años, el Videoclub Imperial bajará la persiana por última vez este diciembre, y Tarragona perderá su último local dedicado al alquiler de películas. Un final triste, pero anunciado. «Hace muchos años que el modelo de negocio está muerto», lamenta María Pilar Cerón, propietaria del establecimiento.

Este, ubicado en la calle de Pere Martell, abrió las puertas en el año 1990, resistiendo durante años la evolución hacia las plataformas digitales y la desaparición progresiva del formato físico que finalmente ha dejado a los videoclubs sin margen de supervivencia.

«Hace tiempo que el negocio dejó de ser viable, pero decidí esperar a jubilarme para dar el paso», asegura Cerón. «Antes llegaban los fines de semana y veías colas delante de la puerta, teníamos que tener cuatro personas despachando. Ahora no se ve ni un alma. Al final ya pensaba ‘¿Qué hago aquí?' Ya no puedo hacer nada más», reflexiona la propietaria.

Las plataformas de streaming supusieron un golpe muy fuerte para el negocio, y la pandemia lo acabó de «rematar», pero la propietaria asegura que el declive del videoclub inició con el auge de la piratería. «Tarragona es una de las ciudades donde más piratería ha habido, y eso lo notamos mucho», lamenta. «Antes con el VHS era más complicado, pero cada vez es más sencillo hacer y distribuir copias ilegales. También consumirlas. La mentalidad de la sociedad quedó muy clara. ¿Por qué pagar si puedes ver lo mismo de forma gratuita?», relata.

Con el cierre, el Videoclub Imperial también dejará huérfanos a los coleccionistas, que durante este tiempo de liquidación acuden al local buscando títulos específicos, VHS antiguos y DVD descatalogados. «Hay gente que viene desde Barcelona y se lleva cajas enteras», explica Cerón. «Son pocas, pero todavía quedan personas fieles al formato físico. Hoy tienes la película en la plataforma, pero mañana quizás ya no. Cuando te gusta mucho una película la quieres tener en casa, quieres que sea tuya», explica.

Un formato en peligro de extinción

«Estoy segura de que en poco tiempo se dejarán de producir DVD y Blu-Ray. Es inevitable», afirma Cerón. Con la muerte del formato, asegura, ha llegado también la muerte de «la ilusión». «La gente esperaba ansiosa que una película saliera en VHS o DVD. Se creaban listas de espera para alquilar Titanic, o la nueva de Disney o Harry Potter», recuerda la propietaria.

Una chispa que, afirma, se ha desvanecido por culpa de la inmediatez de las plataformas, que ofrecen todo el catálogo de forma instantánea. A pesar de su comodidad y popularidad creciente, Cerón se resiste a utilizarlas, manteniéndose firme en sus orígenes. «No he tenido nunca la necesidad. Tengo películas para regalar y vender», bromea la propietaria.

A pesar de la inminente desaparición del formato, Cerón no descarta que, como ha sido el caso de los vinilos o las cámaras analógicas, la constante evolución cíclica de la moda resultara en la vuelta de los DVD, Blu-ray o incluso los VHS. «No me extrañaría nada. Ahora la gente va loca buscando vinilos cuando hace unos años era impensable, y un montón de personas utilizan las cámaras analógicas teniendo un móvil en el bolsillo que hace mejores fotos», comenta. «La verdad es que me haría mucho daño», admite la propietaria. «Sería inevitable pensar ‘¿Cuando me dedicaba no le interesaba a nadie y ahora sí?’» confiesa.

Un final agridulce

«Me da mucha lástima tener que cerrar. Es cierto que el luto ya hace años que lo pasé, y evidentemente me hace ilusión jubilarme, viajar y tener tiempo que dedicarme a mí misma, pero no puedo evitar que la situación me entristezca», explica Cerón.

«Es curioso, porque muchas personas me dicen ‘¡Qué lástima que cierre el último videoclub!’, pero nadie ha hecho ningún esfuerzo por mantenerlo», manifiesta la propietaria. «Este local es mucho más que un negocio, es un espacio de cultura y un punto que casi se podría considerar histórico», concluye.

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