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Entrevista

Cristina Huete: «Pedían un millón por una canción de los Beatles; la conseguí por 100.000»

El pasado lunes la productora ejecutiva Cristina Huete y el guionista y director David Trueba presentaron la película ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’ en la Antiga Audiència de Tarragona en el marco del ciclo Elles filmen

David Trueba y Cristina Huete en Tarragona.Gerard Martí

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Cristina, déjame empezar con una pregunta que seguramente te han hecho muchísimas veces. ¿Cuál es la función de una productora?

Cristina Huete: «Pues tener mucha fe en el proyecto [ríen]. Bien, la función de una productora es buscar la financiación para el proyecto y ponerlo en marcha. Todo empieza con la lectura del guion. En mi caso me tiene que gustar, me tiene que apasionar, porque sin pasión, este trabajo es muy difícil. Necesito creer al cien por cien en la película, entonces me entrego y me vuelvo loca por tener la financiación, hasta que lo consigo. También es fundamental confiar en el director. Ya te puedes imaginar que yo tengo una confianza ciega en David, como también la tengo en Fernando [Trueba], que es mi marido. Para mí, lo más importante es saber lo que quieren, y servirlo en bandeja. A veces no se puede, pero esta es precisamente la función del productor: conseguirlo. En mi caso, siento que todas las películas que he hecho, desde la primera a la última, son mis hijos, y estoy orgullosa de muchísimas. He tenido mucha suerte».

Tienes la capacidad de dar alas a guionistas como David.

C.H.: «Sí. Yo siempre he entendido la producción como un trabajo que consiste en hacer posible lo que sueñan los directores y los guionistas. Y me mato por conseguirlo. A veces les tengo que dar un disgusto, pero normalmente, no. Vivir es fácil con los ojos cerrados, por ejemplo, fue una película muy difícil con respecto a la música, porque tenía que sonar Strawberry Fields Forever d'Els Beatles. Pasé meses y meses de noches sin dormir, porque me pedían un millón de dólares por la canción. Para una producción como las nuestras, esta cifra es imposible. Pero la canción era muy importante, sin ella no había película. Empecé a negociarla muchos meses antes de empezar el rodaje, cuando David me dio el guion. Y fueron meses de No, no, no... Va, pues 950.000... Fue horroroso, y empezamos a rodar sin saber si tendríamos los permisos. David me dijo: Bien, puedo hacer una doble versión, pero es que no había doble versión posible. Fue una locura, mientras rodábamos las secuencias, yo sudaba tinta. Y, al final, lo conseguí por 100.000 euros. Muy a menudo me piden que dé cifras y no lo hago nunca, pero en este caso me gusta explicarlo».

Imagino la emoción del momento en el que dijiste: «David, la tenemos».

C.H.: «Sí, David ya estaba montando la película, y yo no me lo podía creer. Hablé con abogados, incluso con la secretaria de Yoko Ono. Le expliqué lo que nos pasaba y cómo era la película. Incluso le envié el guion. Fue una cosa impresionante, y me siento mucho, muy orgullosa».

David, te iba a preguntar si la producción te condiciona de alguna manera a la hora de escribir los guiones, pero viendo que planteaste que en esta película sonara una canción de los Beatles, deduzco que no mucho...

David Trueba: «Bien, en este caso era consciente de las limitaciones, porque con la experiencia vas sabiendo cuánto cuestan las cosas. En mi caso, siempre trabajo con la puerta abierta a otras posibilidades, siempre tienes alternativas. Además, soy muy realista, y pienso que es importante plantear una especie de máximos y mínimos. Lo que tiene de bueno Cristina es que ella siempre lucha por los máximos, por aquello que considera que era tu idea. Y si no lo consigue, te lo explica, y también te explica por qué. Pero es verdad que hay productores que, antes de empezar, ya te están avisando de que por aquel camino no vas bien, que aquello no se podrá conseguir. Cristina siempre está dispuesta a intentarlo».

Explicadme cómo son vuestras ‘negociaciones’.

C.H.: «David es el más razonable, yo estoy mucho más loca. Es un director que, cuando le explicas los problemas, no se pone nervioso, busca la solución, igual que lo hace Fernando. Los dos son superrazonables. Ahora, también es verdad que quieren lo que quieren y son caprichosos, y mi trabajo es conseguirlo».

¿El productor de una película deja alguna huella en la obra? ¿Crees que en las películas que has producido se puede detectar tu sello?

C.H.: «No sabría decírtelo, pero creo que no. Las películas, cuando están acabadas, son suyas, de los guionistas y de los directores. Tú contribuyes a hacer que sus ideas se hagan realidad, estás para que sean de verdad».

D.T.: «Cristina es muy reservada, pero te puedo asegurar que, en el clima del rodaje, en el recuerdo del equipo, deja huella. Desde el actor más importante a lo que lo es menos, desde el técnico más importante al que menos... Porque la gente no está acostumbrada a su manera de trabajar, no suelen encontrarse personas tan protectoras como lo es ella. Pienso que en este sentido, sí que deja mucha huella».

C.H.: «Yo aprecio mucho a mi equipo y mis actores. Mucho. Para mí también son importantísimos. Me gusta protegerlos, que estén lo mejor posible, que tengan las mejores condiciones, que todo el mundo sea igual: nunca hago que el director vaya a un hotel y actores y técnicos a otro... No lo he hecho nunca, pienso que todos somos iguales a la hora de comer y de dormir. Y, en este sentido, pienso que la gente con quien he trabajado me aprecia a mí también [ríe].

Vivir es fácil con los ojos cerrados’ ganó seis premios Goya en el año 2014. En tu discurso, dijiste: «La financiación de las películas es cada día más complicado, y su recuperación, un milagro» han pasado diez años. ¿Estamos mejor que entonces?

C.H.: «Estamos peor. La financiación es complicadísima, tenemos la mitad de todo. Y, encima, los espectadores ya no van al cine. Eso me da mucha rabia, porque no hay espectáculo más bonito que una película. El cine es tan bonito que me hace daño y me mata ver que ahora la gente sólo mira las pantallas».

También hablaste del IVA castigador que os imponía el gobierno, y de la necesidad constante de estar explicando las subvenciones.

C.H.: «Ser los subvencionados es horroroso. Los del cine no somos los subvencionados. El cine cuesta mucho y es muy caro, y las subvenciones que recibimos son bajísimas, comparado con las de cualquiera otro país de Europa. En el año 83, cuando Pilar Miró impulsó la Ley Miró, vivimos una época muy dulce. Desde entonces, sólo hemos ido para atrás. A día de hoy las subvenciones se dan según una mirada objetiva de puntos, que premia, sobre todo, el éxito. Los que trabajamos en el cine independiente tenemos que ir a los bancos y tener mucho músculo financiero. Y, después, que no se baje el IVA complica mucho la recuperación de la producción».

D.T.: «Entre el primer dinero que gasta un productor y los primeros que ingresa pasan, como mínimo, dos años. No cobra hasta que la película está en cartel y en las plataformas. Este periodo de tiempo tan largo es un proceso de hipotecas, intereses y riesgo. Lo vivimos cruzando los dedos, esperando que la película se pueda estrenar en las condiciones que permitan empezar a ingresar todo lo que tienes al descubierto».

C.H.: «Para ser productor de cine independiente se tiene que estar muy loco. También amar mucho al cine y sentir mucha pasión por lo que haces. Yo la tengo, a pesar de la edad. Empiezo cada película con todas mis fuerzas, porque somos una productora muy pequeña y nos lo jugamos todo en cada película».

Tengo la sensación que Vivir es fácil con los ojos cerrados fue una película especialmente importante para los dos. ¿Qué supuso para cada uno?

C.H.: Para mí significó muchísimo. Fue una película muy bonita, a la vez también muy complicada, por todo lo que te he explicado antes. Pero me lo pasé muy bien haciéndola, porque me gusta mucho ver trabajar a los actores. Yo no soy una productora que se quede en el despacho. Voy a los rodajes, me gusta saber lo que pasa y si todo el mundo está bien. Estoy muy orgullosa de todas las películas que he hecho, hayan dado dinero o no, pero en este caso también me hizo muy feliz ver los reconocimientos que tuvo».

D.T.: «Nosotros sentimos que hacer una película y poder estrenarla ya es un gran premio. El resto es como un azar que a veces te toca y a veces no. Todo lo que viene de más además, nos alegra, pero no es el motor que nos mueve. Hay películas, como esta, que han sido muy complicadas y también nos han dado muchas alegrías. A la hora de rodarla, no teníamos todo lo que necesitábamos, y tuvimos que remar con nuestro mejor espíritu para que no se notara. A la vez, el rodaje en Almería fue muy agradable, la gente estaba muy contenta con que no hiciéramos ver que aquello era otro lugar, y que se hablara de la Almería profunda. Conservamos grandes recuerdos. Al final, nuestro oficio consiste en eso. Y al competir, cada viernes, con seis o siete películas más que se estrenan y vienen fuertísimas, con mucho presupuesto y mucha promoción».

Los dos tenéis trabajos muy recientes, pero no puedo acabar sin preguntaros si no tenéis entre manos alguna cosa.

C.H.: «David ha hecho una película con otro productor y me he sentido celosa... [ríe]. No, yo siempre quiero lo mejor para él. Lo conocí cuando tenía cuatro o cinco años, lo he tenido en casa y lo he visto crecer y convertirse en una persona brillante y maravillosa. Por descontado que quiero volver a trabajar con él antes de jubilarme. Y me falta muy poco, aunque siempre lo digo y al final no lo hago, porque, en el fondo, me va la marcha».

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