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Entrevista

Marcel Ortega: «Ser director y ver que de repente todo cuadra y se multiplica es muy bonito»

El tarraconense fue seleccionado como el segundo mejor director de coro del mundo en los Premios Eric Ericson celebrados en Estocolmo

Marcel Ortega en una imagen reciente.Anna Tena

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Haber quedado segundo en Eric Ericson Award te sitúa como uno de los mejores directores de coro del mundo. ¿Por qué tiene tanta relevancia, este concurso?

«Eric Ericson es, literalmente, el concurso de dirección de corazón más importante del mundo. En otros concursos, el ganador recibe un diploma o un dinero. En este, lo sitúa en la primera división mundial, si todo va bien, para el resto de su vida. El premio consiste en una gira con los diez coros profesionales más importantes de Europa. El día del concurso, en la platea estaban los gerentes y responsables artísticos de estos diez coros, pero también del resto de coros de la Unión Europea de Radiodifusión. La mayoría de los coros profesionales que no son coros de ópera y que están vinculados a una programación estable y a una sala de conciertos y, por lo tanto, tienen regularidad y solidez económica y artística son los coros de las radios públicas».

Entiendo pues que es una competición de élite. ¿Cómo ha sido tu preparación?

«En el concurso, ellos quieren ver cómo trabajas. Es decir, te ponen en una situación real. Por lo tanto, tres meses antes, ya tienes un repertorio obligado que te tienes que estudiar. Cuando llegas al concurso, te adjudican un día, una obra y un coro. Tú ya sabes el repertorio y los coros lo tienen excelentemente trabajado y lo hacen todo perfecto. Es como si te ponen a entrenar al Barça: ellos ya saben jugar, quieren ver qué aportas tú. En mi caso, para prepararme, pasé dos meses y medio de estudio muy profundo».

¿Y qué aporta, un buen director, a un coro profesional?

«Para empezar, hay que conocer bien el instrumento. Es decir, tienes que conocer la voz y el coro, y saber cómo hacerlo sonar bien. Que los cantantes se sientan cómodos con aquello que tú les propones. Después, tienes que dominar toda la parte de psicología de grupo relativa a la comunicación y el liderazgo. La autoridad no te la ganas porque sí, sino porque el colectivo reconoce que contigo está haciendo alguna cosa especial, diferente. También, obviamente, es imprescindible conocer bien el repertorio. Puedes conocer muy bien el mundo coral y conectar muy bien con el grupo, pero si no los llevas más allá de donde pueden llegar solos, allí no haces nada. Y, para acabar, una última cosa importante: el timing. El director tiene un tiempo dado para conseguir los mejores resultados posibles. Cuando te contratan tienes tantos ensayos, tanto tiempo, y tienes que preparar tal repertorio».

¿Por qué escogiste ser director?

«Cuando tenía 18 años y acabé el Bachillerato y los estudios en el Conservatorio de Música de Tarragona tuve muy claro que la música era muy bonita, pero no era mi camino. Así que empecé a cursar Arquitectura. Pero mientras lo estudiaba, me di cuenta de que echaba mucho de menos la música. Escogí ser director desde la ingenuidad completa. Quiero decir que yo no fui un niño que de pequeño ya quisiera ser director, de hecho en casa no son músicos. Pero para mí era muy importante este punto de compartir la música, la energía que se genera, y pensé que la persona que hace que todos los músicos conecten es el director. Por eso lo escogí».

Me imagino que este trabajo te debe haber regalado momentos sublimes.

«Es una sensación muy especial. Ves que aquello no funciona solo como un mecanismo, que no tiene solo un resultado artístico, sino que se está generando alguna cosa que va más allá, casi mágica. Trabajando con coros profesionales notas este orgullo, este saber que, de repente, todo cuadra, y que ellos mismos se unen y se multiplican. Sí, es muy especial y bonito».

Tú también eres profesor. ¿Cómo entiendes la pedagogía musical?

«Pienso que tiene que ser muy cercana y muy práctica, tangible y social. ¿Qué te hará conectar con alguna cosa para toda la vida? Pues que en aquellas edades en las que todo lo tienes muy fácil, como es la infancia, o aquellas en las que eres muy sensible, como en la adolescencia, te hayan ayudado a hacer que la música te guste y la aprecies. Evidentemente, hay que estudiar mucha teoría, pero si cantáramos y tocáramos más, si aquel crescendo lo vives desde dentro, si aquella polifonía del siglo XVI la estás cantando, si aquel punto culminante de una sinfonía lo estás tocando... Todo eso te marca para siempre».

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