Diari Més

Entrevista

Laia Aguilar: «No hablar de las tragedias es muy humano, todos hacemos lo que podemos para salir adelante»

En ‘Tots aquells mars’ (Columna Ed.) la ganadora del Josep Pla 2020 se zambulle en una historia familiar generacional

Laia Aguilar en la librería Adserà de Tarragona.Cristina Serret

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El desencadenante de la historia es una tragedia familiar. Te centras mucho en la reacción de la abuela (Matilde), la madre (Helena) y la hija (Greta). ¿Por qué esta mirada en lo que es femenino?

«Mi intención no era hacer una historia sobre personajes femeninos, pero salió así. El punto de partida es la historia de dos hermanas, Greta y Julieta, de 11 y 7 años. Ellas sienten mucho amor la una por la otra, pero a la vez hay celos y mucha ambivalencia, es una relación compleja. De aquí me nació la tragedia y, al reanudarla al cabo de unos años, pensé que quien se tenía que reencontrar eran la abuela, la madre y la hija. Me gustó esta mirada femenina de tres generaciones que comparten el mismo conflicto, todo y que desde diferentes prismas».

Uno de los ejes centrales de la historia son las heridas del pasado y cómo las afrontamos. Pienso que, por norma general, no lo sabemos hacer mucho. Y, si son heridas familiares, todavía menos.

«Tendemos a silenciar los conflictos por miedo de afrontarlos, porque tampoco estamos demasiado preparados para hacerlo. En el caso de la novela, a mí me parece muy normal que una familia que ha vivido una tragedia como la que se explica lo arrastre y no haya hablado demasiado. Es muy humano, todos hacemos lo que podemos para salir adelante. La idea de la novela, sin embargo, es justamente la de poner palabras a los silencios. Y también hay otra idea muy importante, que es la del poder reparador de las historias. Greta es una apasionada por las leyendas que le explica la abuela y, al final, se acaba dando cuenta de que ella misma tiene que reescribir su propia historia para empezar a perdonarse».

Todos arrastramos heridas, pero en esta familia madre e hija toman decisiones drásticas que pueden costar de entender.

«Sí, y eso nos hace entrar en un tema que encuentro muy interesante, que es hasta qué punto la maternidad permite o no hacer ciertas cosas. Seguramente, si lo que hace Helena lo hiciera un hombre, no nos pondríamos las manos en la cabeza, pero como es una mujer puede llegar a ser incluso políticamente incorrecto. Este escenario de romper moldes me gustaba mucho. Pero he intentado no juzgar al personaje, sino entender un poco sus razones».

Los personajes juegan con las palabras. Unos, porque no las verbalizan. Otros, porque se las inventan.

Sí, a Helena y Greta les cuesta poner palabras a lo que les ha pasado, y la abuela Matilda se inventa el juego del árbol de las palabras, que ayuda a las niñas a expresarse. La familia arrastra muchos silencios, cuando hablar permite poner de manifiesto el conflicto y poder afrontarlo. Pienso, por ejemplo, en el luto perinatal: el hecho de que no exista una palabra para denominar a una madre que ha perdido a un hijo es importante, porque en el momento que hay una palabra que lo define, aquello tiene un lugar. La novela no habla de esta cuestión, pero sí que aparece este hecho, de poner palabras a las cosas para que ocupen un lugar».

En el personaje de Greta veo un poco de Laia Aguilar.

«Es verdad que, aunque la novela no es autoficción ni tiene nada que ver con mi vida, comparto vivencias y temas de fondo con algún personaje. En el caso de Greta, es este hecho de tener tanta imaginación, escribir historias y este querer encontrar respuestas constantemente. Todo eso tiene que ver conmigo. Y, además, la hice guionista porque es una manera de acercarme a la profesión que estuve haciendo durante más de 20 años».

Quizás estaba condicionada por el hecho de saber que eres guionista, pero desde un buen comienzo pensé que es una novela muy visual, construida a base de escenas que se suceden con mucha agilidad.

«No es intencionado, pero inevitablemente, si me he pasado más de veinte años haciendo guiones, eso se traduce en mi manera de escribir. Es verdad que las escenas son muy visuales, porque antes de escribirlas me imagino al personaje, por qué puerta entra, como es el sofá en el que se sienta, qué ve cuándo mira por la ventana... Es este tipo de puesta en escena que hacemos los guionistas cuando escribimos. Seguramente es marca de la casa».

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