Entrevista
Joan Planellas: «Vivimos en nuestra casa una indiferencia religiosa que no se ve en ningún sitio»
Este 2025 hará seis años de la llegada de Planellas a Tarragona. El arzobispo deja atrás un 2024 donde ha tenido que gestionar conflictos sociales entre las congregaciones de Semana Santa y proyectos relacionados con el patrimonio
Este año cumplirá seis años como arzobispo. ¿Qué valoración hace? ¿Es como se esperaba?
«Cuando llegas todo es una novedad y hay incertidumbre y expectación. La primera gran sorpresa fue la pandemia de la Covid y tener que gestionar aquella situación. Pero lo superamos y hemos intentado organizar la diócesis de manera diferente, a través del consenso. Ahora hará dos años que creamos las 24 unidades pastorales con el fin de mejorar los servicios y la inversión en cada espacio.»
Estos cambios han podido crear un clima de tensiones y dudas. ¿Cree que ahora ya se ha superado?
«Sí. Cuando haces cambios hay tensiones obvias, pero las personas se van readaptando. El Consejo Episcopal se renovaron, así como otros organismos.»
¿Cuál cree que tiene que ser el papel de la educación religiosa?
«Creo que, para aquellas familias que no optan por ninguna opción religiosa, tendría que haber una atención educativa. Que tendría que formar sobre los valores y el legado cultural cristiano que tenemos.»
¿En qué sentido? ¿Como ves la juventud?
«Creo que nuestra juventud cada vez es más ignorante del hecho religioso. Tenemos que cuidar mucho más el aspecto cultural. Celebramos Navidad, no las fiestas de invierno. Aquí hay una tradición que se ha ido conservando de generación en generación.»
¿Ha hablado con el Govern de la Generalitat?
«Sí, le hemos manifestado esta opción. El 80% del Museo del Louvre, por ejemplo, tiene directa o indirectamente relación con el hecho religioso. ¿Si los jóvenes no conocen los relatos bíblicos, como lo pueden entender? No lo podemos negar a nuestros jóvenes. Pero parece que no interese.»
¿A qué se refiere?
¿«Cómo damos respuesta a las grandes preguntas del ser humano? Se ha optado mucho por la ciencia empírica. Cuando se pregunta a un joven qué quiere hacer de mayor todos dicen ‘ganar dinero, haré una carrera de ingeniería’. Pero creo que el sentido más profundo de la vida se deja de lado, se esconde, no se quiere hablar.
¿Por qué?
«Las Humanidades están en crisis. Y creo que como sociedad no lo entendemos o acabamos de enfrentar este problema de la forma correcta».
El número de curas ha caído un 16% los últimos años. ¿Le preocupa la falta de relieve generacional?
«Lo primero que tenemos que poner sobre la mesa es que en la Europa Occidental se está viviendo una indiferencia religiosa. Un hecho que no se ve ni en el África ni al Asia y que se comenta mucho en encuentros internacionales. En nuestra casa las comunidades cristianas serán más reducidas. Pero si tienen un espíritu activo, convencidos de su fe y esperanza para salir adelante, serán las vocaciones que realmente necesitaremos.»
También vivimos en un contexto de llegada de muchos inmigrantes. ¿Cómo conviven las diferentes religiones en nuestra casa?
«Los refugiados y los inmigrantes llegan a Cataluña porque en sus países no se dan las condiciones para vivir de una forma segura y digna. Una vez aquí, los tenemos que acoger con todo lo que pueden aportar, que es mucho, y respetar su cultura. Y ellos también tienen que respetar la nuestra, no quiere decir que lleguen aquí y creen otra realidad.
Usted defiende la acogida.
«Tenemos que pensar que Cataluña se formó gracias a la migración de países del norte a partir del año 800. Todos somos hijos de la migración. Los inmigrantes enriquecen nuestra misma iglesia.»
Perplejidad delante de la Sang
Uno de los temas más delicados que ha tenido que gestionar recientemente ha sido el conflicto a la Congregación de la Sang. ¿Cómo lo ha vivido?
«Lo he vivido con una cierta perplejidad. Creo que ha habido dos posiciones excesivamente polarizadas. Yo consideraba que no se tenía que ir a la justicia civil para resolver el asunto, pero como los ánimos estaban muy polarizados se hizo igualmente. Y entonces nosotros tenemos que respetar los procedimientos judiciales. Y estamos a la espera de lo que dicte sentencia. Después se tuvieron que celebrar elecciones y hubo acusaciones mutuas. Pedí el censo y vi muchas lagunas. Por eso decidimos parar los comicios y nombrar a un prefecto sólo para aquel periodo. Y que todo se pudiera aclarar y se pudiera celebrar con garantías.»
En paralelo, ha limitado la duración de los altos cargos de las entidades. ¿Alguna cosa no funcionaba?
Es cumplir con la voluntad de la Santa Sede. Todos tenemos fecha de caducidad, yo también. Este procedimiento ya se ha ido haciendo en otras ciudades, como por ejemplo a Sevilla. Allí, hace 25 años que lo limitaron y yo pregunté a su arzobispo por la cuestión. Y también hubo descontentos, porque las novedades llevan tensiones. Pero creo que tenemos que ir haciendo pedagogía. Y hay que remarcar que habrá elasticidad y que si alguna entidad tiene una situación extraordinaria, hablaremos y buscaremos una solución.»
Uno de los aspectos que viene en el cargo de arzobispo es la gestión de un gran patrimonio en Tarragona. ¿En qué momento se encuentra?
«Muchas veces no somos conscientes de todo el legado patrimonial que tenemos en la ciudad. De una gran variedad de estilos y épocas. Podemos hacer un relato desde el siglo I hasta nuestros días sin salir de la Parte Alta. Tenemos el documento martirial cristiano más antiguo de la península Ibérica, del año 259, del Martirio de Sant Fructuós. Tàrraco era la capital de Occidente.»
¿Y cree que nos olvidamos de eso?
«En cierta manera sí. El cristianismo entra en Tarragona entre los años 60 y 68. Tenemos documentos que acreditan que Pau estuvo en Tàrraco, que estuvo en Hispania. Creo que tendríamos que ser mucho más conscientes y promover este legado cultural que tenemos. Desde el ámbito turístico eso interesa. El turismo cultural tiene un valor añadido, no es como el turismo de sol y playa, con todos los respetos. Y todo eso nos tendría que ayudar a poder invertir más dinero.»
¿Qué proyectos del Arzobispado necesitan más financiación?
«Tenemos el proyecto para acabar la ampliación del Museo Diocesà. Tenemos toda una parte medio vaciada porque las bases están hechas, pero se tendría que acabar. El proyecto ya se inició años atrás y espero que pueda dársele el impulso definitivo para hacerlo realidad.»
¿Falta más implicación de las administraciones públicas?
«Sí, haría falta que colaboraran. Por el bien de la ciudad, del territorio y del país. El Museo Diocesà es un proyecto de país, porque nos está explicando nuestra historia. La historia de Cataluña.»
Otra de sus preocupaciones recientes es la prestación de servicios en los centros sanitarios. ¿Qué pasa?
«Hemos visto un retroceso en este sentido. También después de la pandemia, que evidentemente fue un momento muy complicado. Pedimos a la Generalitat que, respetando siempre la libertad de religión, se pueda dar este acompañamiento a los pacientes que así lo pidan. Que se sea más flexible o que se encuentre un equilibrio.
Son situaciones complicadas.
«Mucho. Antes, con toda la precariedad, la gente moría en casa. Ahora, en ciertas ocasiones que puedes acabar en el hospital, hay unas experiencias de soledad muy grandes. Y un trabajo que puede hacer la Iglesia es este trabajo de acompañamiento. De discernir, de ayudar también a la familia. Eso lo ha hecho la Iglesia desde hace siglos y pedimos que lo pueda seguir haciendo, siempre respetando la libertad religiosa.
¿Estos problemas también los encuentran en las prisiones?
«Sí, aunque últimamente ha mejorado la relación. En la provincia sólo tenemos una. Yo trato de ir unas tres veces el año. Y también pedimos a los organismos más flexibilidad, con todas las debidas prudencias por un lugar como la prisión. Acabar de encontrar el tono, porque es una demanda de las personas. Y este trabajo se tiene que seguir haciendo.»