Tierras del Ebro
La costa más auténtica
Las dunas de la Punta del Fangar juegan con el viento y, con el faro, crean una estampa tan preciosa, que parece irreal
Cierra los ojos. ¿Lo sientes? Es el rumor de las olas, tranquilas, que acarician la playa. Ahora, ábrelos y deja que el azul intenso del mar y del cielo te deslumbre. Disfruta del momento. Estás en un pequeño paraíso. Estás en la costa de las Terres de l'Ebre. Este rincón del Mediterráneo eleva la esencia del mare nostrum a la máxima expresión con pequeñas calas, escondidas entre acantilados de roca rojiza y bosques de pino, e infinitas playas de arena fina y dorada, de una riqueza natural incalculable.
Hay muchas maneras de sumergirte en los más de 100 kilómetros de litoral ebrense. Puedes hacerlo a tu aire. Puedes preguntar en los locales, que seguro que te aconsejarán y te guiarán durante tu descubrimiento. Puedes practicar todo tipo de deportes acuáticos, como el kayak, el pádel surf o el kitsurf, la vela, el snorkel o el submarinismo. También puedes hacer una ruta de norte en sur, siguiendo los caminos de ronda incluidos en el GR-92, que te permitirán adentrarte progresivamente en tierras ebrenses mientras te dejas cautivar por sus contrastes.
Si optas por esta última opción, la primera localidad que te encontrarás es la Ametlla de Mar. Una de las cuatro villas marineras ebrenses, junto con l'Ampolla, Sant Carles de la Ràpita y Alcanar, l'Ametllacuenta con un buen puñado de calas tranquilas de aguas cristalinas donde evadirte de todo. Si sigues en dirección sur, llegarás a l'Ampolla, desde donde podrás contemplar la silueta que dibuja el golfo de Sant Jordi y que es la puerta de entrada al Delta.
El paisaje cambia y el litoral de roca y calas da paso a la joya que es el Delta. Las dunas de la Punta del Fangarjuegan con el viento y, con el faro, crean una estampa tan preciosa, que parece irreal. La naturaleza más auténtica y, a veces salvaje, se muestra en lugares como la playa de la Marquesa, la de los Eucaliptos o la frágil pero impresionante barra del Trabucador, un estrecho istmo entre la bahía de los Alfaques y el Mediterráneo. Sin darte cuenta de ello estás en Sant Carles de la Ràpita, otra de las villas donde respirar el espíritu de la gente de mar y disfrutar de todo tipo de actividades. La última parada de tu viaje te llevará a las Casas de Alcanar. Este barrio marinero, con sus casitas blancas y las playas de guijarros, como la de la Marjola o playa virgen de la Platjola, te sorprenderá.